sábado, 26 de enero de 2008

Carta 47º

Claudia:

Me conecto ahora con algo que muchas veces comento. La diferencia entre entender, comprender y aceptar. Aquí estoy otra vez con mi cargosa vocación por el significado de las palabras.

"Entender" me suena a mental, a intelectual.
Entenderte es asegurarte que mi computadora interna es capaz de decodificar tu mensaje, o que tu actitud es razonablemente lógica dados los hechos y las circunstancias. En última instancia, tu conducta (acción o expresión) está plenamente justificada.

"Comprender" va más allá. La computadora no participa. Participa mi capacidad de "sentir con". Me identifico, soy capaz de sentir dentro de mí lo que decís, sentís, hacés.

¿Y "aceptar"? "Aceptar" es darme cuenta de que sos quien sos. Puede ser que no sea capaz de entenderte, quizás tampoco te comprenda. Sin embargo, si te acepto, podré no avalarte, no compartir con vos, pero NO te pediré que cambies, que te modifiques.

Entonces, la dimensión de la palabra "rechazo" cambia.
Mi rechazo podría ser una forma de aceptarte, en la medida en que no exijo que te modifiques, que seas diferente, que tengas otra actitud para quedarte aquí.

"Aceptarte" podría ser:
"No me gusta tu actitud, me molesta tu forma de ser o pensar, no quiero compartir cosas con ésta que sos. Pero no te pido que cambies, por lo menos, no para mí, no para conservarme, no para permanecer conmigo. Seguí siendo quien sos y si querés, buscá quien te quiera así, como sos. Porque te acepto, te rechazo".

Dicho de otro modo, mi "no aceptación" es:
"¡Te quiero tanto! No nos separemos, pero vos tenés que cambiar esto o aquello. Tenés que dejar de ser así, como sos. Si querés estar conmigo, hacé el esfuerzo y modificá esto y esto otro y así. Así estaremos juntos y felices..."

Y se me ocurre otra forma de "no aceptación". Es vulgarmente conocida como idealización.
En verdad, si te idealizo es precisamente porque no te acepto. Si te aceptase, no necesitaría idealizarte.

... Claudia, no quiero que cambies. No para mí. Quiero aceptarte como sos, aún cuando éste sea el camino de separarnos.
Prefiero que te alejes de mí por ser como soy, a que permanezcas conmigo para cambiarme.
De todas maneras, si puedo elegir, elijo que me aceptes para quedarte, elijo aceptarte y tenerte cerca, tan cerca como ahora...
Es que ahora que te escribo, amiga mía, que te cuento estas cosas, que comparto con vos mis delirios, ahora estás aquí a mi lado, del mismo modo que me sentirás a tu lado - lo sé - cuando leas esta carta..."

"Cartas para Claudia"
Jorge Bucay

lunes, 14 de enero de 2008

Porque es Áspera y Fea...


La Higuera


Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.

En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.

En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.

Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...

Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».

Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:

¡Hoy a mí me dijeron hermosa!



Juana de Ibarbourou



Para las higueras... y su alma sensible de árbol...

lunes, 7 de enero de 2008

El Escondite

Cuentan que una vez se reunieron en algún lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades de los seres humanos. Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura como siempre tan loca es propuso: ¡vamos a jugar al escondite! La Intriga levantó la ceja intrigada y la Curiosidad sin poder contenerse le preguntó: ¿Al escondite? Y, ¿cómo es eso?

Es un juego, explicó la Locura, en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón y cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes que yo encuentre ocupara mi lugar para continuar el juego. El Entusiasmo bailó entusiasmado secundado por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó convenciendo a la Duda, e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba hacer nada. Pero no todos querían participar. La Verdad prefirió no esconderse... ¿para qué? si al final siempre la hallaban. Y la Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en realidad lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella)... y la Cobardía prefirió no arriesgarse.

Uno, dos, tres... comenzó a contar la Locura. La primera en esconderse fue la Pereza, como siempre tan perezosa se dejó caer tras la primera piedra del camino. La Fe subió al cielo y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La Generosidad casi no alcanzó a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos... .que si un lago cristalino para la Belleza...que si una hendida en un árbol perfecto para la Timidez... Que si el vuelo de una mariposa lo mejor para la Voluptuosidad... Que si una ráfaga de viento magnífico para la Libertad... Así terminó por acurrucarse en un rayito de sol. El Egoísmo, en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio: aireado, cómodo... pero sólo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, se escondió detrás del arco iris). La Pasión y el Deseo en el centro de los volcanes. El Olvido... se me olvidó dónde se escondió el Olvido, pero eso no es lo más importante. La Locura contaba ya novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve... y el Amor no había aún encontrado sitio para esconderse entre sus flores.

Un millón contó la Locura y comenzó a buscar. La primera en encontrar fue la Pereza... a sólo tres pasos detrás de unas piedras. Después se escuchó la Fé discutiendo con Dios sobre Teología y a la Pasión y el Deseo los sintió vibrar en los volcanes. En un descuido encontró a la Envidia y claro, pudo deducir dónde estaba el Triunfo. Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solo salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la Belleza, y con la Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidir aún dónde esconderse.

Así fue encontrando a todos. Al Talento entre la hierba fresca... A la Angustia en una oscura cueva... A la Mentira, detrás del arco iris, (mentira... en el fondo del mar). Hasta el Olvido... ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas. Pero... sólo el Amor... no aparecía por ningún sitio. La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, en la cima de las montañas, y cuando estaba por darse por vencida, divisó un rosal y pensó: El Amor siempre tan cursi, seguro se escondió entre las rosas... Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas... Cuando de pronto un doloroso grito se escuchó... Las espinas habían herido los ojos del Amor, la Locura no sabía qué hacer para disculparse: lloró... rogó... pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.

Desde entonces, desde que por primera vez se jugó en la Tierra al escondite, el Amor es ciego... y la Locura siempre lo acompaña.

MARIO BENEDETTI

Para Nuria, uno de mis cuentos preferidos. Hoy hacemos tres años...

martes, 1 de enero de 2008

Dos Almas, Un Tronco

Dos y Uno

Dos rojas lenguas de fuego
Que a un mismo tronco enlazadas
Se aproximan y, al besarse,
Forman una sola llama.

Dos notas que del laúd
A un tiempo la mano arranca,
Y en el espacio se encuentran
Y armoniosas se abrazan.

Dos olas que vienen juntas
A morir sobre una playa
Y que al romper se coronan
Con un penacho de plata.

Dos jirones de vapor
Que del lago se levantan
Y, al juntarse allá en el cielo,
Forman una nube blanca.

Dos ideas que al par brotan;
Dos besos que a un tiempo estallan,
Dos ecos que se confunden;
Esos son nuestras dos almas.



Gustavo Adolfo Bécquer



Dos que forman uno...